Encontré al ichic ollco, ese enanito que dicen que es hijo del supay, leyendo un librito llamado Blanca Nieves y los Siete Enanitos.
Tan distraído estaría, ni que la sombra de mi cuerpo asomándose por la puerta, le hicieron reparar.
Con cuidado nomas a su ladito logre sentarme.
Y… amigo - le dije -, ¿Qué te cuentas?
Ahorita desapareceré botando azufre como su padre o dejando su excremento humeante.
Yo asome los ojos al libro todo curioso.
Para mi sorpresa, no había dibujos; solo unas letras pequeñitas.
¿Tu eres el ichic allco o duende que dicen?
Y, como en el comienzo, siguió leyendo, sin hacerme caso.
¿Tanto te gusta leer, oy?
Si, pues, me gusta leyer, y que… hablo por fin, medio ofendido.´
“Leyer”, si, había dicho leyer, y eso me acuerdo que en la escuela la señorita Amelia, mi profesora, nos había dicho que estaba mal hablado.
Creyendo hacerle un bien, le dije entonces:
No se dice leyer, oy, sino leer.
Como el agua se estaba desparramada debido a que el ichic lo tenía bien pisado el eje, según me di cuenta recién, me fui a desviarlo.
¡A pucha! Duro estaba ese fierro que hacia desviar el agua.
De don Andrés, el dueño no había ni noticias.
Cuando volví de nuevo donde el ichic, este ni cuenta se daba que ya no entraba agua al molino.
A pucha, oy le dije, yo que soy un aburrido para leer , ¿que pues no te cansas hasta ahora?
Oy, ichic le dije , no te enseñan en el infier…, digo en la escuela, que no se dice leyendo sino leyendo?
¡Total! --- abrió los brazos soltando el libro; recién me fije en sus ojos: eran azulitos ---, primero me dices que no se dice leyer sino leer y cuando digo leendo me sales que se dice leyendo… Tu me estas fregando.
Así diciendo se metió bajo la rueda del molino y desapareció.
Era doña Agustina, su mama de Antenor, que buscaba a don Andrés.
Agua, encontré su excremento del ichic y al lado un papelito escrito con muki – muki, esa tierra de color “Te necesito urgente. Búscame al otro lado de la pirca donde acaba su maizal de don Andrés.”
A lo mejor me quiere enseñar algún tesoro, diciendo, me encamine ese ratito, rápido nomas.
Tan distraído estaría, ni que la sombra de mi cuerpo asomándose por la puerta, le hicieron reparar.
Con cuidado nomas a su ladito logre sentarme.
Y… amigo - le dije -, ¿Qué te cuentas?
Ahorita desapareceré botando azufre como su padre o dejando su excremento humeante.
Yo asome los ojos al libro todo curioso.
Para mi sorpresa, no había dibujos; solo unas letras pequeñitas.
¿Tu eres el ichic allco o duende que dicen?
Y, como en el comienzo, siguió leyendo, sin hacerme caso.
¿Tanto te gusta leer, oy?
Si, pues, me gusta leyer, y que… hablo por fin, medio ofendido.´
“Leyer”, si, había dicho leyer, y eso me acuerdo que en la escuela la señorita Amelia, mi profesora, nos había dicho que estaba mal hablado.
Creyendo hacerle un bien, le dije entonces:
No se dice leyer, oy, sino leer.
Como el agua se estaba desparramada debido a que el ichic lo tenía bien pisado el eje, según me di cuenta recién, me fui a desviarlo.
¡A pucha! Duro estaba ese fierro que hacia desviar el agua.
De don Andrés, el dueño no había ni noticias.
Cuando volví de nuevo donde el ichic, este ni cuenta se daba que ya no entraba agua al molino.
A pucha, oy le dije, yo que soy un aburrido para leer , ¿que pues no te cansas hasta ahora?
Oy, ichic le dije , no te enseñan en el infier…, digo en la escuela, que no se dice leyendo sino leyendo?
¡Total! --- abrió los brazos soltando el libro; recién me fije en sus ojos: eran azulitos ---, primero me dices que no se dice leyer sino leer y cuando digo leendo me sales que se dice leyendo… Tu me estas fregando.
Así diciendo se metió bajo la rueda del molino y desapareció.
Era doña Agustina, su mama de Antenor, que buscaba a don Andrés.
Agua, encontré su excremento del ichic y al lado un papelito escrito con muki – muki, esa tierra de color “Te necesito urgente. Búscame al otro lado de la pirca donde acaba su maizal de don Andrés.”
A lo mejor me quiere enseñar algún tesoro, diciendo, me encamine ese ratito, rápido nomas.
CARHUAZ MARCELO MELANI
2do Grado
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